¿QUÉ ES?
La indefensión aprendida es una condición que puede sufrir cualquier persona. Se refiere a una condición en la que a pesar del sufrimiento que tiene una persona no actúa para evitarlo, porque en ocasiones anteriores “aprendió” que esas acciones no eran fructíferas.
¿POR QUÉ SOMOS INCAPACES DE REACCIONAR ANTE CIERTAS SITUACIONES?
Nos inhibimos y caemos en estado de pasividad porque en un momento de nuestras vidas, hemos intentado cambiar el curso de los eventos sin obtener los resultados deseados. Cuando nos sentimos desamparados y creemos que no hay solución, tiramos la toalla, hasta el punto, que somos incapaces de ver oportunidades que se presentan en nuestro camino.
De cierta manera, la desesperanza aprendida es un mecanismo de adaptación psicológica ya que llega un momento en el que las fuerzas nos abandonan y no somos capaces de seguir procesando el dolor y el sufrimiento, de modo que disminuimos nuestro nivel de activación para conservar los pocos recursos que nos quedan. Sin embargo, es el resultado de un profundo deterioro psicológico.
SÍNTOMAS
- Falta de motivación para seguir luchando, manifestando una profunda apatía.
- No se aprende de los errores, se tiende a creer que ya no se puede hacer nada para mejorar la situación.
- Depresión, desarrolla una visión negativa del mundo asumiendo que es incapaz de salir de esa situación.
- No toma decisiones, pues se tiende a considerar que ya no se tiene ningún control, como resultado se encierra en si misma y sufre pasivamente las circunstancias.
TERAPIA PSICOLÓGICA
Una de las terapias mas empleadas es la terapia cognitivo-conductual. A través de varias sesiones, la persona aprende a reestructurar sus pensamientos y emociones, así como las conductas aprendidas que le impiden salir adelante.
De nosotros depende empezar a tomar conciencia de ello y luchar por minimizar sus efectos y combatir sus causas.
La explicación puedes hallarla en el fenómeno de la indefensión aprendida que aparece retratado a la perfección en este pequeño relato de Jorge Bucay.
“Cuando yo era chico me encantaban los circos y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí, como a otros, después me enteré que me llamaba la atención el elefante.
Durante la función la enorme bestia hacia despliegue de su peso tamaño y fuerza descomunal…pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca clavada en el suelo.
Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría con facilidad arrancar la estaca y huir.
El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye?
Cuando tenía cinco o seis años yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia. Si está amaestrado ¿Por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.
Con el tiempo me olvidé del misterio del elefante y la estaca…y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta.
Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: EL ELEFANTE DEL CIRCO NO ESCAPA PORQUE HA ESTADO ATADO A UNA ESTACA PARECIDA DESDE QUE ERA MUY, MUY PEQUEÑO.
Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.
Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar y también al otro y al que le seguía…
Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree – pobre – que NO PUEDE.
Él tiene el registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás…jamás….intentó poner a prueba su fuerza otra vez.
Sal, actúa, avanza.
Al principio tal vez sientas aún el peso de la cadena,
pero mira de nuevo: no existe, forma parte de tu pasado.